viernes, 11 de septiembre de 2009

México 1980-2000

Las políticas económicas y sociales han caracterizado históricamente no sólo la adopción de ciertos principios técnicos o de una determinada teoría por parte de los gobiernos sino que han sido uno de los reflejos más nítidos de la ideologías en boga y, última instancia, de diversas concepciones del mundo y la sociedad. Al caracterizar los gobiernos como "populistas", "neoliberales", "totalitarios", "buegueses", "reformistas", "socialdemocratas", "monetaristas", "keynesianos", "comunistas", "conservadores", "integristas", "bismarkianos", "beveridgeanos", "corporatistas", "neocorporatistas", "marxistas", "fordistas" y de mil maneras más, comúnmente nos estamos refiriendo de manera más o menos precisa a la orientación de sus políticas económicas y sociales.
Sin embargo, las grandes definiciones con dificultad pueden reflejar el conjunto de decisiones y de estrategias económicas que en realidad son aplicadas. Basten dos ejemplos al respecto. Hasta 1989 por lo general se calificaba de comunistas a los gobiernos de la desaparecida Unión Soviética, los países de Europa Oriental, China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, entre otros. Sin embargo, es difícil afirmar que sus políticas respondían con lo que en teoría se concebía como comunismo.
En sentido opuesto, el llamado neoliberalismo tampoco podría identificarse con el conjunto de las políticas aplicadas a un determindo país. Si por neoliberalismo definiéramos la aplicación plena de políticas de reducción del papel del estado y promoción del mercado, no podríamos calificar como neoliberal el inmenso derroche de gastos de Estados Unidos para invadir Irak ni el control del Tesoro estadounidense sobre las tasas de interés, tampoco podríamos identificar en México dentro de tal estrategia al Fondo Bancario de Protección al Ahorro, los programas de política social (desde el programa nacional de solidaridad, hasta oportunidades, pasando por los programas de educación, salud y alimentación, y de apoyos directos al campo), el mantenimiento de escuelas y universidades públicas, el sistema nacional de investigadores, las intituciones de seguridad social, el de algunas paraestatales, o de los subsidios a la inversión trasnacional, sólo por citar algunos ejemplos.
Lo anterior no significa que los gobiernos no tengan una cierta orientación ideológica y actúen significativamente en razón de los juegos de poder y de los intereses económicos existentes, tanto al interior de sus sociedades como en el ámbito internacional. Pero tampoco puede argumentarse que tales orientaciones, juegos de poder e intereses sean unilaterales, absolutos e inmutables. Las dinámicas económicas, sociales y políticas implican cambios constantes en estos factores y, por lo tanto, no es posible juzgar el conjunto de las políticas con base en una sola denominación, aunque si existenn tendencias predominantes.